Clarisa terminaba de redactar su artículo para la facultad, y para pasar el aburrimiento, sacó lo necesario y prendió un cigarrillo mientras se asomaba a la ventana. Y vio al gato negro, que rompía la basura que acababa de sacar, y que tormentosamente lo hacía de manera rutinaria. Ya lo había encontrado en dos ocasiones husmeando en su cuarto, y era tanta la repulsión hacia él, que lo ahuyentaba con gritos de espanto y odio. No dudó ni un segundo y agarró la escoba para perseguirlo y hacerlo trizas, literalmente.
Abrió la puerta que daba hacia la calle, y con escoba en mano, se acercó de forma brutal al felino, que se alimentaba gozosamente de las sobras que la bolsa negra contenía en su interior. Pero, seguramente a base de sentidos totalmente agudizados, el animal negro salió corriendo al ver a la mujer rubia de rulos furiosos que se acercaba con prisa. Clarisa no pudo siquiera tocarle un pelo, fue fugaz el escape del felino, y recorrió casas y saltó paredes para refugiarse de la intrépida mujer que le prohibía alimentarse.
Ya estaba cansada del infeliz gato, que parecía que le encantaba provocar y jugar a las escondidas. Se metió a su hogar, y se olvidó del asunto tomándose una siesta.
Horas después despertó... ya se hacía tarde, en tres horas tendría una cita con Federico, el galán del pueblo de ojos extremadamente cautivadores, al que solo conocía hace unas semanas y estaba perdidamente enamorada. Decidió seleccionar el mejor conjunto para conquistar a su amor; dejó planchado un hermoso vestido rojo pasión con escote amplio y seductor, unas sandalias blancas con rosas rojas de decoración y una hermosa blusa rosa pálido. Y fue a bañarse y a tratar su hermoso cabello que necesitaba unos toques de tintura.
Regresó mas tarde, luego de su baño, secando su cabello, intrépida, desnuda, mirando ansioso su vestido que luciría para su gran amor. Y fue hacia la mesada junto a un gigante espejo, y miro sonriente el colgante que su amor le había regalado, brillaba el oro que lo cubría, y el precioso corazón floreado que contenía de adorno. Se dirigió emocionada a la cama y se colocó el vestido esbelto, ceñido, a su medida y calzó las hermosas sandalias en sus pálidos y delicados pies.
Solo faltaba una hora, y debía estar perfecta, pensaba mientras sacaba diversos maquillajes que aplicó sobre su boca, ojos y mejilla. Y se sentía una diosa, la más bella y afortunada mujer de todo el pueblo.
Sonriente fue a mirarse al gran espejo, y dios...... que espanto. Junto al espejo, sobre la mesada de joyas estaba el intrépido gato, desafiante, mirándola con envidia. Clarisa lo miró con furia y casi como un reflejo, lo espantó con gritos amenazadores. El gato, tomó con su mandíbula el colgante de la mujer y salió escapando por la ventana de la cocina.
Clarisa estaba espantada, y casi shockeada intentando mantener la calma, tomó las llaves, miró el reloj y furiosa se marchó por la puerta en búsqueda del maldito gato que la desafiaba y obviamente en búsqueda del colgante, que sin lugar a dudas, debía recuperar con urgencia.
Lo vislumbró al finalizar la cuadra, estaba sentado mirándola desde allí, deseoso de ser perseguido.
Y no dudó, fue automático, comenzó a correr al animal que como una pluma saltaba y se deslizaba juguetón sobre la vereda de la cuadra. Que angustia la invadió en ese momento, ese gato maldito la haría llegar tarde a su privilegiada cita, y estaba demasiado enfadada. Y seguía corriendo, y corriendo... y corriendo.
Después de varias cuadras, el gato se desvió a un estrecho callejón. Clarisa se detuvo y miró temerosa, pero no dudó, quería recuperar su joya y masacrar al maldito gato, y caminó por el angosto callejón esquivando las telarañas y muchas palomas muertas.
El audaz gato la miraba parado sobre un tronco, invitándola a capturarlo, emitió un maullido y se deslizó hacia un baúl que se encontraba en el piso y soltó de sus mandíbulas el colgante, dejándolo caer dentro de él. Clarisa furiosamente corrió hacia el encuentro del gato... a pocos metros, este saltó a una columna de hierro antes de que esta pudiera alcanzarlo... y no le importaba, ya tendría oportunidad de mutilar al horrible gato negro.
Se arrodilló en busca de su tesoro, y asomó la vista sobre el baúl lleno de liquido rojizo pálido, y vislumbró a su preciado colgante al fondo, y casi con asco sumergió su brazo completamente en el baúl.
Su brazo se paralizó por un segundo, y sintió al gato negro que caía sobre su espalda y le arañaba la nuca, y gritaba, gritaba, temblaba de miedo, mientras pequeñas gotas de su sangre caían al baúl.... y luego silencio y todo se tornó gris y ya no veía colores, y vio su cuerpo bajo las pezuñas del gato que ahora eran suyas y corrió asustada casi con un instinto animal a la columna de hierro a lo alto. Y vio en tonos grises como su cuerpo se levantaba shockeado, balanceando sus risos rubios y sacaba el colgante del baúl y se lo colocaba sobre su cuello mientras caminaba por el callejón hacia la calle.
El hechizo había resultado, al menos hasta media noche. Ahora el gato negro, se dirigía con caminata torpe a su cita tan deseada por años, a su anhelo, a su obsesión, con su precioso vestido rojo para incendiar de pasión a su amado y el colgante de oro que descansaba sobre su pecho. Y clarisa lo miraba desde lo alto, con su pelaje negro, sus ojos turbios y su elegante bigote... y no comprendía nada de lo que sucedía.
Los gatos también se enamoran, y sueñan con ser humanos, y ser deseados por todo hombre.
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